


¿Habría pensado que la mayoría de la gente sufre de falta de sal? Sí, ¡ha leído bien! Aunque estamos sobresaturados de la agresiva citotoxina llamada sal de mesa, esto no tiene nada que ver con el «oro blanco» que antaño servía a los mercenarios romanos como medio de pago.
Desde el comienzo de la industrialización, la sal natural se ha purificado hasta tal punto que se han eliminado todos los minerales y oligoelementos esenciales. Lo que queda es cloruro de sodio en su forma aislada, sin ninguna contrapartida equilibradora. Nuestros riñones intentan excretar esta toxina celular agresiva lo más rápidamente posible, pero están permanentemente sobrecargados ya que el europeo occidental medio consume hasta 20 g de ella cada día. Para que la sal común sea inofensiva, nuestro organismo la rodea de moléculas de agua de nuestras células y la neutraliza. Esto provoca la muerte de nuestras células corporales deshidratadas, lo que puede provocar enfermedades como la artrosis, la artritis, los cálculos renales o la celulitis.
Nuestras sales son naturales, no refinadas y no contienen ni conservantes no declarados, ni antiaglomerantes, ni aluminio. Aportan a su organismo minerales y oligoelementos esenciales en forma disponible para las células.
Sea crítico a la hora de comprar sal y preste atención a la calidad: su salud debe ser lo primero.